Como todos los años, en el presente curso estamos organizando actividades para celebrar el próximo 25 de Noviembre, fecha, que como se sabe, se conmemora el día por la eliminación de la violencia contra las mujeres.
Como elementos de motivación hemos seleccionado una serie de spot publicitarios y trabajos elaborados por alumnos y alumnas adaptados a cada ciclo con la finalidad de que su visualización sirva de punto de arranque para desarrollar otras actividades que más adelante se planteen y programe cada ciclo.
Estos vídeos son los siguientes:
INFANTIL Y PRIMER CICLO DE PRIMARIA:
1.- Igualdad de género.
2.- Spot sobre la igualdad de género.
3.- Niños y la escuela.
SEGUNDO CICLO DE PRIMARIA:
1.- Igualdad de género.
2.- 12 meses, 12 causas: contra la violencia de género (1)
3.- 12 meses, 12 causas: contra la violencia de género (2)
TERCER CICLO DE PRIMARIA:
1.- Igualdad de género.
2.- Spot ganador en RTVE contra la violencia de género,
3.- Contra la violencia de las mujeres.
¡Seguiremos trabajando por la igualdad de géneros!
Mirad también este vídeo, merece la pena
Para completar la propuesta de trabajo aquí puedes ver un vídeo de la canción "Que nadie" de Manuel Carrasco a duo con Malú.
Aquí puedes leer la letra de la misma canción.
Este blog nace con la idea de crear un lugar interactivo desde la escuela para mis alumnos y alumnas, para sus padres y sus madres y para mí como maestro. En el mismo irán apareciendo temas relacionados con la educación a nivel general y fundamentalmente sobre lo que realizamos en el colegio.
domingo, octubre 23, 2011
miércoles, octubre 19, 2011
PILAS Y MATALASCAÑAS: HISTORIA DE UN IDILIO
Hasta el 31 de Octubre pueden ver una exposición fotográfica en el CIECEMA, C/ Avda. de la Juventud, de Almonte con el título "Pilas y Matalascañas: historia de un idilio".
La estuve visitando la semana pasada. Es interesantísima. Como ciudadano tengo que agradecer esta importante iniciativa de la Consejería de Cultura del Ayuntamiento de Pilas (Sevilla). Mi decepción fue la soledad con que la disfruté. Un silencio que contrastaba con los rumores mareales y murmullos de la gente bañándose y de la gritería de los contentos niños y niñas y de las voces pregoneras del panadero... que salían de las fotografías.
Nadie, casi nadie, se interesa demasiado por estas cuestiones culturales. El esfuerzo realizado por los organizadores sólo se ve compensado por los ciudadanos y ciudadanas que manifiestan su sensibilidad con algo tan personal, tan íntimo y a la vez tan social como es la historia de una parte de la vida de nuestros antepasados en una porción del territorio almonteño, en un trozo de nuestra costa, en la Playa de Matalascañas.
La percepción que tengo es que Almonte sigue viviendo de espaldas al mar. ¡Quedan tan lejos las almadrabas de aquel Señorío de Medinasidonia liquidado en el segundo tercio del siglo XIX! Esta indiferencia, este desconocimiento, este concepto marginal que de la costa se ha forjado entre nuestros vecinos y vecinas sólo se ha visto roto por las ambiciones pecuniarias, ambiciones económicas, que se desarrollaron en nuestro municipio a partir de los años sesenta del siglo pasado. Pero Almonte sigue siento campesina y nada marinera. Los nuevos ricos no lo son por las ganancias de la pesca sino por lo que han pescado en las pantanosas redes inmobiliarias que se han cosido en nuestras arenas móviles, en nuestras cataratas de arenas vivas, en nuestras dunas regeneradoras de vida en los verdes corrales.
Saben mis alumnos y alumnas la importancia que damos en la escuela al estudio de nuestra realidad social, las cosas que han pasado en nuestros pueblo, cómo se ha vivido antes y cómo se vive ahora, los instrumentos que se han empleado en el mundo agroforestal, las actividades que se realizaban para ganarse el pan de cada día, etc.
Es esta una ocasión para disfrutar de una magnífica exposición, para saborear un paisaje de nuestra costa oceánica y aprender cómo los pocos almonteños y los más vecinos de pueblos del entorno disfrutaban de la playa. Las fotografías nos traen a la memoria vivencias de familias que durante los veranos se desplazaban a los ranchos, chozas, a pasar unos meses en la orilla del mar... ¡Ay! ¡Aún recuerdo el sabor de las camarinas de los medanos que mi amiga Manola me traía al final de los veranos cuando volvía de la playa donde su padre se dedicaba a vender el carbón que hacía en los boliches doñaneros. Una playa que no conocí en mi niñez. Sólo conocía las playas frescas de los arroyos pobladas de melonares! Por allí, polulaban, también, toda una ristra de especialistas en oficios ya casi desaparecidos: los choceros, los panaderos de hornos morunos, los carboneros y ciosqueros, los arrieros, los carreros, etc.
Sabemos que en los archivos municipales hay noticias de que a principios del siglo XIX ya existían veraneantes en Matalascañas. Era una época en que la medicina naturalista se puso de moda y los médicos mandaban a sus pacientes, a la minoría que se lo podía permitir, a tomar baños para curar determinadas enfermedades de la piel, a enfermos crónicos del aparato respiratorio a tomar aire puro, etc. Con ello se esperaba el milagro curativo de las aguas saladas marinas.
Esta corriente de opinión médica fue poniendo de moda a Matalascañas como un lugar terapéutico del mismo modo que en toda Europa se abrieron cientos de Balnearios donde la creciente burguesía y la aristocracia menguante tomaban baños de aguas termales. Allí, en toda Europa, esos centros se convirtieron en lujosos y elitistas hoteles y aquí en casi indígenas chozas. Siglos después se repite la historia nuevamente porque cuando en Europa del siglo XVII la nobleza construía bellos palacios(Versalles, por ejemplo) aquí los rurales terratenientes seguían remodelando los cortijos en medio de Doñana. Cortijos que la población autóctona de las aldeas y villas del entorno, asumida en unas condiciones de vida paupérrimas, imaginó y popularizó como palacios(el del Coto Rey, por ejemplo) del "del coto real de caza".
Aquel poblado de chozas casi indígenas de Matalascañas permaneció hasta el año 1982. En ese año por orden gubernativa se procedió a su derribo(aún, allí sobre las dunas, quedan rastros de aquel hábitat) y así se acabó el veraneo minoritario, diríamos sostenible con las palabras actuales, en el corazón de Doñana y se fomentó el veraneo urbano de "sol y playa" en nombre de la ley. Y en eso estamos todavía, en una urbanización casi fantasmal durante casi todo el año. Una urbanización en el que todo es bullicio en el verano, soledad en el invierno y..., nada marinera.
Ahora, durante los veranos, la gente, sentadas bajo la sombrilla, miran estáticas hacía la invisible África; en el horizonte la gente parecen que buscan utópicamente el salto de los atunes o de los delfines o las fuentes marinas, mágicas, que salen de las jorabas de unas ballenas inexistente que en el pasado nadaban del Océano Atlántico al Mediterráneo o volvía de las calientes aguas del Maren Nostrum hacia el Finisterre grecoromano, allí donde las tholomeicas ideas convertían en plana la Tierra poblada de imaginarios monstruos marinos.
Pero, quedémosnos hoy con estas imágenes, estas fotografías que llenan nuestras pupilas de vidas ajenas pero cercanas que poblaron nuestra playa de Matalascañas.
Este vínculo lo realizamos desde la página WebAyuntamiento de Pilas (Sevilla). Es un vínculo de la Concejaría de Cultura de ese Ayuntamiento. Cuando lo abras ve pinchando en cada una de los vínculos que aparecen bajo el título: "Pilas y Matalascañas: historia de un idilio"
Pincha aquí:
Nadie, casi nadie, se interesa demasiado por estas cuestiones culturales. El esfuerzo realizado por los organizadores sólo se ve compensado por los ciudadanos y ciudadanas que manifiestan su sensibilidad con algo tan personal, tan íntimo y a la vez tan social como es la historia de una parte de la vida de nuestros antepasados en una porción del territorio almonteño, en un trozo de nuestra costa, en la Playa de Matalascañas.
La percepción que tengo es que Almonte sigue viviendo de espaldas al mar. ¡Quedan tan lejos las almadrabas de aquel Señorío de Medinasidonia liquidado en el segundo tercio del siglo XIX! Esta indiferencia, este desconocimiento, este concepto marginal que de la costa se ha forjado entre nuestros vecinos y vecinas sólo se ha visto roto por las ambiciones pecuniarias, ambiciones económicas, que se desarrollaron en nuestro municipio a partir de los años sesenta del siglo pasado. Pero Almonte sigue siento campesina y nada marinera. Los nuevos ricos no lo son por las ganancias de la pesca sino por lo que han pescado en las pantanosas redes inmobiliarias que se han cosido en nuestras arenas móviles, en nuestras cataratas de arenas vivas, en nuestras dunas regeneradoras de vida en los verdes corrales.
Saben mis alumnos y alumnas la importancia que damos en la escuela al estudio de nuestra realidad social, las cosas que han pasado en nuestros pueblo, cómo se ha vivido antes y cómo se vive ahora, los instrumentos que se han empleado en el mundo agroforestal, las actividades que se realizaban para ganarse el pan de cada día, etc.
Es esta una ocasión para disfrutar de una magnífica exposición, para saborear un paisaje de nuestra costa oceánica y aprender cómo los pocos almonteños y los más vecinos de pueblos del entorno disfrutaban de la playa. Las fotografías nos traen a la memoria vivencias de familias que durante los veranos se desplazaban a los ranchos, chozas, a pasar unos meses en la orilla del mar... ¡Ay! ¡Aún recuerdo el sabor de las camarinas de los medanos que mi amiga Manola me traía al final de los veranos cuando volvía de la playa donde su padre se dedicaba a vender el carbón que hacía en los boliches doñaneros. Una playa que no conocí en mi niñez. Sólo conocía las playas frescas de los arroyos pobladas de melonares! Por allí, polulaban, también, toda una ristra de especialistas en oficios ya casi desaparecidos: los choceros, los panaderos de hornos morunos, los carboneros y ciosqueros, los arrieros, los carreros, etc.
Sabemos que en los archivos municipales hay noticias de que a principios del siglo XIX ya existían veraneantes en Matalascañas. Era una época en que la medicina naturalista se puso de moda y los médicos mandaban a sus pacientes, a la minoría que se lo podía permitir, a tomar baños para curar determinadas enfermedades de la piel, a enfermos crónicos del aparato respiratorio a tomar aire puro, etc. Con ello se esperaba el milagro curativo de las aguas saladas marinas.
Esta corriente de opinión médica fue poniendo de moda a Matalascañas como un lugar terapéutico del mismo modo que en toda Europa se abrieron cientos de Balnearios donde la creciente burguesía y la aristocracia menguante tomaban baños de aguas termales. Allí, en toda Europa, esos centros se convirtieron en lujosos y elitistas hoteles y aquí en casi indígenas chozas. Siglos después se repite la historia nuevamente porque cuando en Europa del siglo XVII la nobleza construía bellos palacios(Versalles, por ejemplo) aquí los rurales terratenientes seguían remodelando los cortijos en medio de Doñana. Cortijos que la población autóctona de las aldeas y villas del entorno, asumida en unas condiciones de vida paupérrimas, imaginó y popularizó como palacios(el del Coto Rey, por ejemplo) del "del coto real de caza".
Aquel poblado de chozas casi indígenas de Matalascañas permaneció hasta el año 1982. En ese año por orden gubernativa se procedió a su derribo(aún, allí sobre las dunas, quedan rastros de aquel hábitat) y así se acabó el veraneo minoritario, diríamos sostenible con las palabras actuales, en el corazón de Doñana y se fomentó el veraneo urbano de "sol y playa" en nombre de la ley. Y en eso estamos todavía, en una urbanización casi fantasmal durante casi todo el año. Una urbanización en el que todo es bullicio en el verano, soledad en el invierno y..., nada marinera.
Ahora, durante los veranos, la gente, sentadas bajo la sombrilla, miran estáticas hacía la invisible África; en el horizonte la gente parecen que buscan utópicamente el salto de los atunes o de los delfines o las fuentes marinas, mágicas, que salen de las jorabas de unas ballenas inexistente que en el pasado nadaban del Océano Atlántico al Mediterráneo o volvía de las calientes aguas del Maren Nostrum hacia el Finisterre grecoromano, allí donde las tholomeicas ideas convertían en plana la Tierra poblada de imaginarios monstruos marinos.
Pero, quedémosnos hoy con estas imágenes, estas fotografías que llenan nuestras pupilas de vidas ajenas pero cercanas que poblaron nuestra playa de Matalascañas.
Este vínculo lo realizamos desde la página WebAyuntamiento de Pilas (Sevilla). Es un vínculo de la Concejaría de Cultura de ese Ayuntamiento. Cuando lo abras ve pinchando en cada una de los vínculos que aparecen bajo el título: "Pilas y Matalascañas: historia de un idilio"
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